Octubre llegó rapidísimo, y con eso las preocupaciones y las preguntas tan comunes como: ¿de qué me voy a disfrazar? ¿Será que hacen fiesta? ¿Muy raro si hago Cosplay? y demás.
Por el otro lado, termina también la semana de receso y de alguna manera hemos terminado la última curva y ahora la pista de la recta final del semestre se extiende ante nosotros en todo su esplendor, con enormes vayas altas y dragones escupe fuego que amenazan con hacernos terminar con notas de 2,95 insuficiente para promediar el 3.0 y seis materias por repetir. Algunos se niegan a esto y trabajan al máximo buscando algo por encima de 4.5, otros lo toman a chiste y si bien no se mandan a la vagancia; tampoco se esfuerzan más de lo que se han esforzado el resto del semestre. Y están quienes abrazan y aceptan su destino y se entregan a las garras del ocio y la procrastinación para acabar el semestre con mucha diversión y un promedio raspando.
Sean del primer grupo o del segundo... incluso algunos del tercero, tal vez ninguno; puede que sean unos oficinistas, importantes ejecutivos, estudiantes de colegio... todos nosotros, en esta época del año y en cualquiera, estamos constantemente en contacto con la web, todas sus aplicaciones y componentes. Tal vez ahora con los exámenes encima algunos recurramos de manera desesperada y plan casi psicópata a buscadores como Google, a su brazo especializado, Google Escholar, a las bases de datos, videos, audios... cualquier material de ayuda para nuestros proyectos y nuestras entregas. Otros buscarán en la base de imágenes de Google, por idea para un disfraz increíble o tal vez algunos de última hora; y les aseguro, en el ejercicio de búsqueda constante que hacemos, incluso en la misión de teclear un nombre en la barra de búsqueda de Facebook (sí, también es un buscador) o un hashtag en Instagram, nadie se ha preguntado como funcionan. O, ¿por qué completa el texto que estoy escribiendo y me muestra personas o temas o preguntas incluso antes de que haya acabado de teclear la primera palabra. Tampoco nos parece impresionante que cualquier imagen que estemos buscando, con toda seguridad la vamos a hallar en Google o al menos, nos re-direccionará a otra página que tenga lo que buscamos. No nos detenemos a mirar que cuando buscamos, por ejemplo, búsqueda implacable, la página nos muestra que se han encontrado 64.100.000 resultados en 0,31 segundos. La verdad es que podríamos demorarnos más parpadeando que lo que google demora en buscar lo que necesitamos. Lo hacemos todos lo días y nunca nos hemos detenido a pensarlo.
De alguna manera resulta normal, que no nos importe particularmente como funciona, nos hemos vuelto practicistas en muchos sentidos y no nos fijamos en los detalles si no son algo que necesitemos de forma imperante, ¿para qué va a necesitar un médico saber como funciona google si solo es cuestión de saber utilizar palabras claves para obtener lo que está buscando? Definitivamente no es por necesidad, pero hay un motivo más fuerte que ese y que a mi personalmente me preocupa que los humanos vayamos a perder conforme nos convertimos en criaturas no solo física, sino mentalmente más sedentarias; de lo que hablo es de la curiosidad. Ese motor imperante que de niños nos mantiene alerta a cualquier estímulo, que nos lleva a desarmar juguetes, a morderlos, más adelante a preguntarnos dónde están las personas que vemos en el televisor y darle vueltas al mueble hasta que alguien nos explica de forma práctica su funcionamiento a fin de evitar que en algún punto nuestra mente curiosa nos lleve a acciones como intentar desarmar un aparato electrónico que a nuestro ojos realice lo imposible y necesitemos descifrar. Si me lo preguntan a mi, la curiosidad es el elemento clave para el descubrimiento y son las grandes mentes quienes no la pierden porque simplemente son insaciables y necesitan saber si hay más, demostrar que hay más y probar que aunque ahora, año 2014, en el siglo XXI tenemos smartphones, nubes informáticas, películas en 4D y robots en Marte, aún hay mucho por inventar y mucho por ser descubierto. Sería una pena si alguna vez toda la humanidad se rindiera con la curiosidad, porque eso significaría un aburrido estancamiento, insufrible para muchos.
Esta semana fue tiempo de detenerse a pensar y mirar, no técnicamente ni con ojos de ingeniero, pero sí con ojos pausado que busquen los detalles, fue momento de permitirnos volver a tener un poco de curiosidad por como funcionaban esos objetos de la cotidianidad, los que nos rodean y no soltamos, pero siempre damos por hecho y de alguna forma, después de un tiempo comenzamos a creer que siempre han estado ahí, sin moverse, sin cambiar.
Acá va una pregunta que sé que nadie va a responder pero que debo colocar para ilustrar algo.
¿recuerda alguno cuando salió el primer iPhone? El mundo nunca había visto un teléfono mejor, pantalla táctil, delgado, liviano, sencillo de utilizar... parecía todo esto, era lo mejor que había. Ahora volvamos a nuestro tiempo presente tan solo unos días después de que ha sido lanzada la nueva generación de teléfonos inteligentes de Apple. Ya vamos por el número 6. ¿cómo es ese primer iPhone en comparación? obsoleto, pesado, grueso, lento y aunque sabemos que el recién llegado a las tiendas es solo una de las 6 actualizaciones de un modelo, ya nos parece que es la imagen del iPhone, que siempre ha sido así, delgado como una hoja de papel (vale, tal vez no tanto pero solo es cuestión de unos cuántos años), liviano, instintivo con IOS8, el extraño no es el nuevo, el extraño es el primero y aunque cuesta adaptarse al nuevo modelo, pronto será todo lo que veamos a nuestros compañeros de clase, familiares y... tal vez a nosotros mismos.
A lo que voy con esto es que así como eventualmente no podemos ver algo que hemos cambiado de forma radical, tal como era antes en su estado original... también nos adaptamos a los cambios de nuestro entorno al punto de que después no recordamos como era antes y resulta más sencillo asumir que siempre ha sido de la manera que ahora es. Así sucede con Facebook, cada vez que le cambian algo, hay un tiempo de protesta... nadie está conforme. Buuuu, muy mal facebook, pero eventualmente se acepta, el público se adapta y es como si siempre hubiese sido de esa forma.
Sucede con Facebook, sucede con Twitter, sucede con el sistema operativo del teléfono, con los teléfonos y sobre todo con la Web. Hoy estamos en la era de la Web 3.0, un momento de la historia en que la conexión entre persona de manera electrónica es un hecho (incluso más real que la conexión cara a cara, ¿qué es lo real y qué es lo virtual?) y ahora lo que nos interesa es la forma como nos relacionamos con la información. La Web 3.0 nos trae bases de datos, inteligencia artificial, gráficos 3D, Movilidad casi ilimitada, almacenamiento virtual y búsquedas que arrojan 64 millones de resultados en 0.31 segundos. Suena muy lindo, pero ¿qué es todo esto? Simple. Todo esto se traduce en locaciones virtuales especializadas para almacenar información sobre un tema específico, a las que el usuario se puede conectar y le facilitan la búsqueda... ¿Google les suena? Bueno, resulta que es solo buscador más grande y funcional que hay, además de una gigantesca base de datos. Inteligencia artificial... ¿han visto cuando la barra de búsqueda comienza a sugerir palabras o frases para lo que quieren buscar? ¿alguna vez se han encontrado leyendo un correo electrónico que tratara sobre ir a almorzar y la publicidad les ha mostrado anuncios de restaurantes? Tal vez incluso puede que estuvieran viendo un video en Youtube sobre como cuidar a tu perro y en un costado el anuncio publicitario les mostrara una campaña de una marca de concentrado. También puede que les suene las sugerencias de compra de Amazon, las sugerencias de amigos de Facebook, la columna "a quien seguir de Twitter.
Esto es inteligencia artificial. No es secreto que todo lo que hacemos en la web queda registrado, a quienes seguimos, con quienes hablamos con mayor frecuencia... cosas como esas, nuestros gustos, las actividades que realizamos a diario y publicamos en la red contribuyen a construirnos un perfil de usuario. Que los servidores utilizan para facilitarnos la vida y para obtener ganancias. Así, si yo sigo al actor de una serie en twitter, el servidor, inmediátamente va a mandarme como sugerencia que siga a los demás miembros del elenco y a la cuenta de la cadena que transmite el programa que ha llamado mi atención en primer lugar. ¡El internet puede leer nuestra mente!... bueno no, no nuestra mente, pero sí la marca de información y búsquedas que dejamos cada vez que hacemos uso de ella, ¿no es esto genial?
Algunos responden que no... y hasta cierto punto es un sentimiento de lo más sensato. Si lo que estamos haciendo ahora todo el tiempo es publicar lo que nos pasa y lo que pensamos, todo lo que hacemos, fotos, como nos vemos, qué hemos comprado, qué lugares hemos visitado, con quién hemos estado y toda esta información está a disposición de los enormes servidores y de las nubes informáticas... ¿cómo sé que esa información está a salvo de ser utilizada con propósito criminal? Si tienen un perfil mío como usuario de internet y consumidor de una información determinada, ¿cómo puedo saber que no tienen conocimiento también de mis movimientos bancarios o de mi lugar exacto de residencia y mis intinerarios? ¿puedo confiar en que esa información no será utilizada sin mi consentimiento?
Don't be evil se convirtió en el lema no oficial de Google poco tiempo después de haber sido fundada hace 16 años y una semana (soy mayor que Google, por dios) y era más que todo una declaración ante lo que Google era y pretendía ser siempre, una compañía no convencional con principios distintos y una filosofía de trabajo diferenciada de las que mantenían las demás compañías. Buscaba el conocimiento y la recopilación de toda la información del mundo, de una manera organizada, que la convirtiera accesible y útil para todos. Google pretendía mejorar el mundo, pensando primero en la información que en el lucro y por eso surgió el famoso eslogan. Declaración y reclamo para recordar que como fuera que se desarrollara la empresa, sería diferente, no sería malvada.
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